1/8/11

Don Abelardo nombrado en excelente nota sobre música patagónica

También existe

Los vientos norteños reflejando la Puna y la Quebrada, los sonidos cuyanos de la cordillera, las tardes húmedas de la música litoraleña, el arrabal brotando de los adoquines porteños. Pero, ¿qué se escucha en el Sur? Ritmos del loncomeo en la Patagonia, y algunas readaptaciones europeas al valse, la polca y milonga criolla, en la voz de autores e intérpretes. Empezamos a recorrer qué hay en cada rincón del país, en esta serie de notas. Fuente

También existe

Lagos, montañas y bosques, paisajes bien patagónicos donde suenan loncomeos.

Pablo Donadio - Especial para Cultura Los Andes

Pero, ¿qué se escucha en el Sur? Ritmos del loncomeo en la Patagonia, y algunas readaptaciones europeas al valse, la polca y milonga criolla, en la voz de autores e intérpretes. Empezamos a recorrer qué hay en cada rincón del país, en esta serie de notas.

Primero, claro, habría que definir qué entiende uno por "Sur": si bien para muchos la región puede comenzar a partir de Buenos Aires, para neuquinos o rionegrinos, el Sur queda allá abajo, por Santa Cruz o Tierra del Fuego, y se reconocen habitantes de una "Patagonia Norte".

Como quiera que sea, e integrando parte de ese territorio para el análisis, surge la pregunta de si hay o no un estilo, un registro, que unifique a la música patagónica. Y cuáles son sus sonidos, qué temáticas los definen, cómo son sus matices, sus colores? preguntas a develar.

Orígenes

Conocida también como "surera", y representada en nombres como Argentino Luna, Omar Moreno Palacios o José Larralde, muchas veces lo sureño fue circunscripto a la música de la Pampa Húmeda. "Pero también está la música patagónica. Y una de sus primeras recopilaciones las realizó Carlos Di Fulvio, que anduvo mucho por acá.

Recuerdo un tema que se llamaba "Dale tero, tero dale", con ritmo de loncomeo, que no es un ritmo musical como puede ser la cueca, la tonada o el chamamé: es una danza mapuche", ilustra Edgardo Lanfre, compositor barilochense y patagónico de cuerpo y alma. Justamente Di Fulvio, vinculado a los sonidos del norte cordobés y de impronta cuyana con tonadas como "Tonada en Serenata", habría sido partícipe en ese trabajo de recopilación, de un camaruco, "un festejo de los pueblos originarios comparable quizá a una Navidad de los cristianos, donde sonaba el kultrún, tambor que en la cosmovisión mapuche representa mitad del universo, y es acompañando de tahieles, que son cantos sagrados".

Esas historias se entrelazan con relatos del propio Perito Moreno en su llegada a la zona del Nahuel Huapi, cuando describía cómo las mujeres de algunas comunidades cantaban a su llegada, para aliviar las penas del viajero.

"El espíritu siempre fue ese, porque se trataba de un ritual, de algo sagrado ligado a los mapuches. El loncomeo, que significa ´movimiento de cabeza´, sería el ritmo de un kultrún, que se baila en ceremonias, como el choike purrún, otra danza nativa. Luego nosotros, los winkas (blancos), tomamos esos ritmos y, un poco a la fuerza, le pusimos melodías rítmicas y letras.

Fijate que los loncomeos de Marcelo Berbel tenían forma de zamba (dos estrofas/estribillo/dos estrofas), pero eso es una creación de proyección, no es autóctono: en los orígenes no había sujeciones a estructuras. Sí, me atrevería a decir, que había y hay algo superior a lo que concierne al canto de autor de nuestros días, comparable a las coplas populares del NOA. Por eso actualmente, cuando algún mapuche suelta uno de estos cantos, se dice que esta ´romanceando´", completa Lanfre, pasionalmente ligado al folclore regional.

A Berbel y Di Fulvio podrían sumarse nombres como Abelardo Epuyen, Lito Gutiérrez y Rubén Patagonia, que interpretaron y llevaron a la guitarra y con variaciones en cuanto a la métrica, el ritmo del kultrún. Hugo Giménez Agüero es otro de ellos, reconocido por una especie de loncomeo al que llamó kaani, parecido al de Berbel, pero dicho en forma tehuelche.

Cruce cultural

Pero sobre esos diáfanos cielos y sus lagos, en los valles y desniveles montañosos, no todo es unidad. Hay también intérpretes, en general de origen mapuche y con tradición oral, que no ven con agrado que se haga música del loncomeo. "Es respetable ese pensamiento, pero así como no aceptan eso por ahí los ves tocando el acordeón, que es un instrumento de origen europeo -continúa Lanfre-. Entonces, ¿desde dónde hay que arrancar para decir qué se puede y qué no, qué ofende los orígenes y qué no?, ¿cuál sería el punto cero? Es una discusión sin sentido, como la de la guitarra enchufada o no.

Recuerdo una charla con los Chalchaleros acá en Bariloche por ese motivo, cuando renegaban por la amplificación. Yo les pregunté por qué cantaban con micrófono entonces, si para el caso, no enchufaban la guitarra pero sí la voz. Creo que hay que tener conocimiento y hacer las cosas con respeto, pero teniendo libertad". Otro rasgo a destacar (con matices), habla de las formas musicales que en todo el territorio latinoamericano, poseen un punto en común: están signadas por el mestizaje entre lo autóctono y lo colonial, entre las raíces de los pueblos originarios y la corriente evangelizadora.

Eso se ve de manera notoria en la Patagonia. "Fuera del loncomeo y para desvelo de los musicólogos, en el medio de la estepa hay mucho que vino de manos gringas y dio vida a expresiones de la música folclórica y popular de la región, como la milonga, el valse y la polca, como lenguaraces, mercachifles y la milicada, ritmos que derivan del vals y la polka europeas, pero se han ido deformando a medida que bajaban hasta nuestra zona, algunas perdiendo hasta nombre y autor, y transformándose en nuestro patrimonio folclórico. Estaban ahí, en el aire, y se copiaron.

Luego se les agregó la danza con temática de festejo y que expresa vivencias del hombre de campo". Esos ritmos y estilos alternan hoy mismo en el campo a las guitarras, los acordeones y las verduleras (acordeones más pequeños y menos complejos), con instrumentos autóctonos como la trutruca (caña larga con efecto de vuvuzela), la pifilca (flauta de madera o hueso con silbido monocorde) o el ñorkin (caña doblada tipo erque), dando cuenta una y otra vez del cruce cultural y del permanente movimiento y desarrollo del folclore.

Preservación

La vieja historia de la penetración cultural en una zona tan turística como la Patagonia, y que no escapa a la lógica comercial, suele reemplazar algunas tradiciones por expresiones más "exitosas". Así mucho de lo autóctono queda por afuera de los medios de difusión, y apenas se encuentra andando entre el paisanaje, en las fiestas camperas que siguen, silenciosamente, firmes a lo largo del país.

"Lo verdadero para los que componemos está en poder mirar para adentro y representar en la música lo que nos rodea. Como el viento, aunque parezca una pavada, porque acá si esperás que deje de soplar para salir podés estar seis meses dentro de la casa. O cuando nieva: uno sabe que tiene que salir con la pala porque sino viene la helada y todo se hace roca. Eso lo hemos aprendido de nuestros mayores, y son parte de nuestra vida, por eso tiene que estar representado en la música. Yo no puedo, como patagónico, cantar con la alegría de la chacarera, que se baila en los patios de todas las casas?

La Patagonia es como este cuadro que tengo en el comedor, con un tipo a caballo, tres perros y la inmensidad atrás. Es la imagen de alguien que silba improvisando una melodía mientras anda en la soledad? ¿cómo le vas a pedir que sea verborrágico a quien pasa tres meses solo en un rancho? Yo veo esa imagen y me viene a la cabeza una milonga de notas largas, que pueda dar cuenta de ese silencio? no se me ocurre un huayno, ¿entendés?

Te doy otro ejemplo: hice una milonga a la bosta seca, que es el combustible del paisano de acá, porque en la estepa no existe la leña, y esa bosta a la que se le llama "leña de caballo", representa el calor de los inviernos. Cuando la canto en un restaurante de Bariloche algunos dicen "qué asco", pero si lo canto en un fogón de campo, compartiendo un mate, los tipos se ponen a llorar.

Hoy un pibe sube a cantar un loncomeo y es una suerte que lo escuchen; ahora, si canta "Roja Boca" de Los Nocheros, le tiran corpiños. Buscar una representatividad es esencial para mí. Lo otro es meramente comercial, estético. Y ahí hay que trazar la línea".

Al Bariloche de Lanfre llegan turistas de los lugares más inverosímiles, y eso también globaliza de algún modo el folclore. Pero esa globalización, reclama, puede ser vista como un partido de fútbol, con sus rasgos de enorme similitud en todo el planeta (11 tipos de cada lado corriendo atrás de la pelota), "pero donde puedan ser diferenciadas las particulares, las camisetas". Escuchando un poco, se nota cómo prevalece el desarraigo, el despojo y todo el sufrimiento propio de los pueblos originarios en algunas letras, pero muchos de los autores patagónicos mencionados resaltan también sus luchas, su apego a la familia, su pasión por el pago.

"A algunos les parecemos aburridos, pero fuimos bruscamente saboteados culturalmente y nunca se puede olvidar eso. Igual es bueno resaltar el amor por la tierra, los anhelos y las tradiciones cuando uno planta los acordes. Y eso sale del alma, no puede fingirse", resume Francisco Lanfre, que hoy interpreta en algunas peñas de La Plata y Buenos Aires "El huiliche" (gente del Sur), un loncomeo de su padre al que le puso música.

LOS ANDES