10/12/11

Asunción de autoridades en Lago Puelo: Las Fotos


Fotógrafo: Pablo Savoini

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Ceferino ahora en tierra de sus antiguos

HISTÓRICO TRASLADO DEL ÚNICO BEATO ARGENTINO

Regreso a tierra mapuche: Los restos de Ceferino Namuncurá llegaron a San Ignacio

Tras una emotiva ceremonia, quedaron en el paraje donde viven sus familiares.

Por: Diego Geddes

Fuente: SAN IGNACIO. NEUQUEN. ENVIADO ESPECIAL

EN LA TIERRA DE SUS ANCESTROS. FAMILIARES DE CEFERINO NAMUNCURA TRASLADAN LA URNA LUEGO DE LA CEREMONIA.

Celestino Namuncurá está llorando como un chico. Los rasgos de su cara, con el gesto casi siempre adusto y arrugas que son como tajos, no parecieran estar diseñados como para el llanto. Pero Celestino, el cacique mapuche de 76 años y sobrino directo de Ceferino, llora frente a la Escuela 43 Namuncurá. Y lloran todos. Su hijo Cirilo, campera de cuero de carpincho y uno de los encargados de organizar el operativo del traslado. Los fieles que se fueron sumando a la caravana desde Neuquén y Zapala. Y también los pobladores que vinieron a caballo desde los diferentes recovecos de la montaña. Lloran porque ahí está Ceferino, un día después de lo previsto, a las 2 de la tarde del día más importante de la historia del paraje San Ignacio.

Todos quieren verlo. En el asiento trasero de un Volkswagen Polo color blanco, con una bandera con la imagen de Ceferino sobre el capó, está la urna que contiene sus restos. Es una caja transparente, de unos 40 centímetros de largo. Mientras los fieles le sacan fotos con sus cámaras y teléfonos celulares, de fondo los habitantes de la comunidad gritan al aire inmediatamente después de que uno de ellos hace sonar un trompetín. Hay abrazos y felicitaciones. "Estamos acá", dice el cacique.

Celestino y Cirilo dan la orden de seguir, primero en mapuche y luego en español. La caravana lo sigue y la próxima parada será en el Kultrün, el monumento construido a unos diez kilómetros de la escuelita, en donde quedarán depositados los restos.

A la noche llovió y nevó, y eso hace que el barro pinte las botas negras de los mapuches. También pinta zapatillas, alpargatas y los zapatos de la gente. La policía de Neuquén ya no escolta al auto. Ahora va custodiado por 20 jinetes mapuches, que montan caballos con crines largas y pelaje tupido.

Al llegar al Kultrün, los jinetes apuran la marcha y dan vueltas alrededor del edificio octogonal. Luego apoyan los restos en un altar improvisado sobre dos ladrillos refractarios. Hay un balde de pintura, dos paquetes de yerba de un kilo y un montón de berro. Se empieza a preparar una especie de mate gigante en el balde: tiran yerba y berro, y un Namuncurá revuelve la mezcla con un palo de madera. Después de un rato, la gente se lleva yerba y berro a sus casas, para su propio altar. Como Beatriz Román, de Zapala. Se lo prometió a su hijo Juan Ceferino.

Hasta ahora fue una ceremonia pública. Pero la intención de los Namuncurá siempre fue hacer una ceremonia íntima. Llega ese momento. Le piden a la gente que se aleje y se forman en fila, hacia el este, mirando la salida del sol. Los hombres están adelante, las mujeres detrás. Suena otra vez el trompetín y vuelven los gritos, primero del cacique y luego del resto. Las mujeres dicen una oración que se oye de fondo. Todos tienen en sus manos un vaso de telgopor con yerba y berro, que van tirando de a poco. Hasta que los vasos quedan vacíos. Sacuden las manos al aire y Celestino anuncia el final: "Viva Ceferino", grita. Y "Viva", le responden todos. Agradece y anuncia una misa para el 23 de agosto, dos días antes del nacimiento de Ceferino y la inauguración definitiva del Kultrün para el 11 de noviembre, a dos años de la beatificación.

Dos horas después de la llegada a San Ignacio, los familiares llevan la urna al Kultrün. Y porque esta es la tarde más importante de sus vidas, todos vuelven a llorar.

CLARIN

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