15/7/09

Marcelo Stiletano: Editorial por el Caso Romera-CQC en La Nación

Marcelo Stiletano | Ver perfil

Opinión

CQC y las consecuencias del estado de asamblea

Fuente: La Nación

Por Marcelo Stiletano

Miércoles 15 de julio de 2009 | Publicado en edición impresa

Bolsón, Oscar Romera, no le preocupó en lo más mínimo que la cámara estuviese encendida y registrara todo el episodio. Exasperado por las preguntas que le hacía el cronista de Caiga quien caiga Gonzalo Rodríguez, cerró la puerta de su despacho, se quitó el saco, amagó con pegarle un puñetazo y lo tomó del cuello por un instante. La intimidación siguió poco después: aparecieron un par de personas dispuestas a demostrar de esa curiosa manera su lealtad al jefe comunal.

La deplorable reacción de Romera se produjo el 8 de julio último y disparó una ola de repercusiones que, por supuesto, trascendieron mucho más allá de los límites de la bella localidad rionegrina. CQC -que denunció la agresión ante la Justicia-puso en el aire anteanoche el episodio y logró una repercusión jamás alcanzada este año por el ciclo desde los 24,6 puntos de rating alcanzados en el debut sin Mario Pergolini ni Eduardo de la Puente.

Un tema candente y de explosivos ribetes -a juzgar por la irracional actitud de Romera- terminó imponiéndose en las mediciones de audiencia al desenlace de "Gran Cuñado", la devaluada parodia que ratificó en términos caricaturescos el reciente veredicto del electorado bonaerense. El desaforado intendente quiso llevarse por delante de prepo a Gonzalito, que había llegado a El Bolsón de la mano del segmento "¡Proteste ya!", de CQC .

El cronista llegó al despacho de Romera provocativamente ataviado como los viejos aviadores con el propósito de pedirle al jefe comunal aclaraciones sobre el polémico traslado del aeropuerto local, al parecer cuestionado por la mayoría de los habitantes. Durante la charla apareció la chispa del incendio: el confuso incendio de una radio local que sacó definitivamente de quicio al cada vez más deslenguado Romera.

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El desgraciado episodio tuvo un corolario pintoresco y hasta divertido gracias al clásico estilo narrativo y de montaje de CQC , pero pudo haber arrojado consecuencias muy desagradables. Y lo peor es que nadie se extrañaría si llegara a repetirse más temprano que tarde por la persistente postura televisiva de azuzar las reacciones más viscerales y alentar los comportamientos más irreflexivos.

Más allá del atropello de Romera -es inadmisible que el ocupante de ese cargo reaccione así, y menos ante una consulta periodística-, lo que ocurrió anteanoche en CQC fue otra manifestación al borde de lo extremo de esa suerte de impulso al asambleísmo en el que parece haber derivado la invitación de la TV a denunciar hechos frente a los cuales los poderes públicos se muestran indiferentes, refractarios o directamente impunes.

Esta fórmula, que ratifica la degradación institucional de la Argentina y el artificial reemplazo de los organismos de control por las cámaras y los micrófonos, también se aplica en el caso de CQC , un ciclo que a lo largo de su extensa presencia en pantalla jugó con la política y los políticos de varias maneras. Llevó al extremo el jugueteo irónico que dejó al descubierto unas cuantas miserias, amplificó las quejas públicas por la pérdida de nuestra calidad de vida y también llegó a compartir recientes guiños de complicidad con el poder: Cristina Kirchner y su esposo, tan renuentes a hablar con los medios serios, siempre les abrieron las puertas a los hombres de negro .

mstiletano@lanacion.com.ar