4/10/10

Esteban Gandulfo: Coyhaique

Coyhaique

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Amanecer en el Viejo Hotel Covadonga

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¿Por qué con tan inmensos salones una habitación carcelaria?

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Objetos kitsch en el salón de estar

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Vitrinita kitsch del comedor

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Lucas, café y estudio previo a la navegación

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Salimos con Lucas al mediodía, rumbo al sur por la ruta 40. Ruta que tiene la aspiración de poseer un valor místico, como la “Historic Route 66” de USA, el Camino de Santiago, el Transiberiano o el Camino del Inca.

Como el tránsito por la ruta 40 de Teka al sur se pone un tanto monótono, uno tiene la oportunidad de reflexionar acerca de los méritos de ésta carretera. Recorre paisajes muy diversos, en general relacionados con la cordillera de los Andes, sus pedemontes, y la estepa hacia la que bajan sus laderas orientales. Tal vez la imagen inmediata a su nombre sea un camino de ripio recto, que al fondo serpentea y se pierde en una hondonada o penetra una quebrada de la precordillera. Ruta 40 trae a la mente cielos inmensos y horizontes lejanos. Es que así son las planicies patagónicas.

La ruta 40 pierde su romanticismo en los alrededores de Gobernador Costa, en donde el pavimento después de largas décadas de uso se encuentra gravemente deteriorado, con pozos profundos en los cuales con toda facilidad se puede dejar un tren delantero o una punta de eje. Aquí uno disminuye la velocidad hasta paso de hombre, pero como luego la superficie se recompone, acelera hasta que de pronto tiene que volver a casi detenerse, y en ciertos trechos transitar por la banquina, ya que los pozos centrales son infranqueables. Esta situación viene de largos años atrás, yo he oído muchas quejas de los conductores que la transitan, pero con toda seguridad que los gobernantes argentinos de comienzos del siglo veintiuno consideran que la redistribución de la riqueza que ambicionan no debe orientarse a la obra pública, por otra parte tan afín a los gobiernos dictatoriales.

En Rio Mayo hicimos noche en el viejo Hotel Covadonga, donde encontramos gente cordial, habitación minúscula e inmensos comedores y salones de estar. Una generosa cantidad de objetos kitsch que pudimos documentar fotográficamente. Buen café, y el resto del desayuno, olvidable.

En la ruta

Rio Mayo se encuentra en una planicie muy aburrida, de la que se tarda bastante en salir cuando una toma rumbo al oeste. Matas áridas y pastos pobres, suelo maltratado por las ovejas, con un hilo de agua que corre a la derecha de la carretera, el Río Mayo. Se atraviesa el pequeño poblado de Dr. Ricardo Rojas, más adelante Alto Río Mayo y finalmente Aldea Beleiro, última localidad antes de la frontera. La zona es de estepa con las primeras estribaciones cordilleranas. Uno se pregunta por qué pasa por allí la frontera entre Argentina y Chile, si es más que evidente que las altas cumbres corren mucho más al oeste. Probablemente se consideró la divisoria de aguas, porque se dejan atrás las nacientes del Río Mayo y comienzan a bajar para el oeste las aguas de un tímido arroyito. De ahí en adelante se va poniendo más atractivo. El terreno es más verde y las montañas más elevadas. Llegar a la ciudad de Coyhaique demandó cuatro horas desde la salida de Río Mayo. Coyhaique, capital de la provincia, es una ciudad bastante grande, con tránsito apresurado y semáforos que lo regulan. Su plaza central es pentagonal, lo que complica un poco la orientación al recién llegado. El río Simpson cruza la ciudad allá en lo bajo, en la profundidad de un valle cerrado. En lo alto las montañas muestran bosque y nieve. La población se expande ondulando por la zona ganada a los bosques con los famosos incendios provocados a comienzos del siglo XX. Coyhaique está en medio de la cordillera. La carretera no llega hasta el mar abierto. Después de conducir algo más de una hora hacia el oeste, por un camino muy atractivo y bien pavimentado, se llega a Puerto Aysen, donde el río Simpson desagota en el fiordo Aysen. Los grandes incendios de bosques, hicieron que las lluvias arrastraran cenizas y suelo que sedimentaron en el fiordo, inutilizándolo como puerto de aguas profundas. Entonces el puerto tuvo que trasladarse aguas afuera del fiordo, en lo que se llama Puerto Chacabuco, unos veinte kilómetros más allá de Aysen. Lo que uno ve tiene las huellas digitales del sur del Chile contemporáneo: Montañas, bosques, pueblos con casas viejas y pobres, y nuevos barrios de viviendas muy del estilo norteamericano con un marketing que tienta “Vea Casa Piloto” en coloridos murales. El comercio es activo, la gente que camina por la calle es pequeña, los hombres somos tratados de “caballero” y cualquier cosa que uno solicite siempre se la ofrecen “al tiro”.

Profusión de banderas nacionales que recuerdan la reciente celebración del bicentenario y una multitud de cables eléctricos y telefónicos que corre por encima de las aceras.

El propósito de nuestro viaje era exploratorio, y habíamos planeado tomar para hacerlo sólo tres días, así, que en la segunda jornada debíamos pensar en el regreso. La perspectiva de volver por la estepa argentina, y los antipáticos pozos de la zona de Gobernador Costa no era atractiva. En cambio, regresar tomando al norte por la carretera austral chilena (que también tiene sus ambiciones de misticismo como la 40 argentina) sonaba más aventurero. Después de hacer algunas consultas, nos decidimos por la aventura, con la idea de corrernos al este si la carretera austral se ponía muy fiera.

La primera etapa de un par de horas nos llevó hasta Manihuales, atravesando valles muy bonitos, por suerte de vez en cuando asoleados, es esa zona tan lluviosa. Lo único desagradable eran las huellas de la deforestación. Si bien algunos campos estaban totalmente limpios y con cultivos o praderas naturales, en muchos sectores se veían grandes restos de árboles que debían haber sido majestuosos, y que se iban quemando, arrinconando, para dar lugar a la agricultura y ganadería.

La Carretera Austral Augusto Pinochet Ugarte, Ruta Nacional Nº 7 Chilena, es una vía con muy diferentes tipos de calidad