5/8/16

Vive en El Bolsón la estadounidense que aconseja a sus hijos no ir a la universidad

Quién es la estadounidense que aconseja a sus hijos no ir a la universidad

Cathy Brown nació en Michigan y desde hace siete años vive en El Bolsón, en la Patagonia. En diálogo con Infobae fundamentó por qué su controversial carta llegó a ser viral en todo el mundo

Cathy Brown es redactora e editora de Matador Network, un portal digital especializado en viajes de aventura

Cathy Brown es redactora e editora de Matador Network, un portal digital especializado en viajes de aventura

"Preferiría que agarraran una mochila e hicieran dedo hasta Siberia, iniciaran un negocio de jabones naturales, fueran de voluntarios a Haití, lo que sea…". La tercera línea de la carta de Cathy Brown desnuda su idea. Es la redactora de una epístola viral que generó controversia por desobedecer un convenio cultural de crianza, educación y formación. Es la madre que escribió una columna titulada "No me importa si van a la universidad".

Redactora del portal norteamericano Matador Network, nació en Michigan y desde hace siete años que vive en El Bolsón, Río Negro, en la Patagonia. "Es un lugar perfecto para criar hijos. La libertad que tenemos acá no la teníamos en Estados Unidos", dijo en diálogo con Infobae. Madre de Eva, de 16 años, de Stella, de 14, y de Noah, de 12, su estadía en el país la asume pasajera, promete seguir viajando por el mundo.

En comunión a lo que aborda desde su carta, Cathy Brown encontró un detonante para cambiar radicalmente el eje de su vida. Era lo que en Estados Unidos se conoce popularmente como una "soccer mum", una figura que ilustra a una madre acompañando a sus hijos a verlos jugar fútbol. Una definición emparentada al de "amas de casa": aquella persona dedicada exclusivamente a quehaceres hogareños. Decidió alterar de fondo un ritmo de vida estándar, interpretó que esa dinámica era ajena a su ideología y emprendió la travesía.

Cathy Brown tiene tres hijos estadounidenses: Eva, de 16 años, Stella, de 14, y Noah, de 12

Cathy Brown tiene tres hijos estadounidenses: Eva, de 16 años, Stella, de 14, y Noah, de 12

Hoy puede respaldar lo que escribió desde una vida liberal, con una huerta cultivada, con una orientación abierta. Aunque teme, también, que su consiga haya sido tergiversada: "Mucha gente malinterpretó el mensaje, cree que les estoy diciendo a mis hijos que no vayan a la facultad. Lo que que quise decir es que vayan si realmente quieren ir, no lo hagan por mí o porque la sociedad les dice que es el buen camino, el camino responsable. Andá si querés ir y vas a tener mi apoyo total, pero si no querés ir no me importa, mientras te eduques o crezcas de alguna manera. No tiene que ser sí o sí la ruta universitaria".

Enfatizó su debate contra el caso social, cultural y educativo estadounidense. "Veo que el único foco de los chicos de la edad de mis hijos es la Universidad. Tienen tutores, van a clases extras, se van a la cama estresados después de estudiar toda la noche: tienen una presión enorme y ni siquiera arrancaron la facultad", analizó. Ella comulga y riega la idea que una buena nota no representa inteligencia y que un examen reprobado no es síntoma de ignorancia. "Lo que yo quiero decir es que no asuman esa presión para querer conformarme a mí o a la sociedad: vayan a donde quieran, hagan lo que tengan ganas", expresó.

Se considera la versión femenina de Indiana Jones emergida de aquella interpretación personal que estaba obsesionada con ser más inteligente. Egresada de esos tiempos en los que se desilusionaba si no recibía la más alta calificación, hoy es una escritora de viajes, editora del portal digital especializado en traslados de aventura. Cathy Brown ancló su vida a Argentina, aunque no puede garantizar su permanencia en el país por muchos años más.

Desentraña en sus escritos la idiosincrasia argentina. Compara, enaltece y pondera las tradiciones nacionales: las filtra por una lente extranjera. Desnuda las miserias, las picardías, las bondades de los argentinos. Subraya los abrazos, la familia, la aceptación y la diversidad, la superación, la "joda", el arte y la cultura, la salud y la educación pública. Deduce los prejuicios, las mentiras. En sus publicaciones, desmenuza cada peculiaridad del ADN argento. Lo hace con conocimiento de causa.

“Eva, mi hija más grande, no quiere ir a la universidad. Y Stella probablemente agarre su mochila y vaya a Rumania”

La carta es tramposa: habla de sus hijos, se dirige a ellos, pero conscientemente traza una idea universal. Les habla a todos. Y todos hablaron de ella. Su carta tuvo repercusión mundial. Sus ideas también. El mensaje está explícito en cada línea de su publicación. Es la historia de la madre que le aconsejó a sus hijos técnicas de educación alternativas: pidió que celebren y valoren la espontaneidad, deseó que se sientan perdidos, asustados e inseguros para que les nazca el coraje de afrontar una "bella" realización, quiso que ganen mucho dinero para después perderlo. Y exclamó: "No busquen ser inteligente por libros. No se atrapen en certificados o en lo que la sociedad les dice es lo 'correcto'. Evolucionen. Sean fascinantes. Sean grandes pensadores. Sean absurdos. Sean apasionados".

La carta completa:

Queridos amores:

Dejemos algo en claro: no me podría importar menos si van a la universidad. De hecho, hay una parte de mí que espera que hagan cualquier cosa menos eso después de la secundaria. Personalmente, preferiría que agarraran una mochila e hicieran dedo hasta Siberia, iniciaran un negocio de jabones naturales, fueran de voluntarios a Haití, lo que sea. Se los digo como una ex obsesionada con ser la más inteligente, como su tía Mandy solía llamarme. Puede que lo encuentren difícil de imaginar ahora, pero en mis tiempos era una desagradable que lograba superar las expectativas y se decepcionaba profundamente si recibía cualquier cosa menos una A+ y una estrella dorada. Fui a la universidad, conseguí ese papel, y les estoy diciendo de primera mano que no importa una mierda la educación que recibí respecto a mi potencial y valor para la sociedad.

Ustedes son tres de los niños más brillantes, bondadosos, apasionados y burbujeantes que conozco. También son los tres mayores dolores en el trasero que he tenido que criar, con su deseo de cuestionar todo (incluyéndome a mí, cincuenta veces al día) y su feroz independencia que deja claro que no me necesitan tanto. Y no cambiaría eso por nada del mundo.

Deseo de aquí a la luna y de vuelta que cuando sean mayores tomen decisiones conscientes para resguardar estas características. La idea de que se inscriban sólo porque "es lo que deben hacer" para pagar miles de dólares y esperar encajar en un sistema en que su educación está en los confines de una habitación me hace encogerme hasta mi núcleo. Un lugar donde una pieza de papel y una fiesta al final pretenden hacerte sentir como que lograste "valer la pena". Ustedes son más grandes que eso. Por favor, reconozcan que sus oportunidades para educarse a sí mismos son absolutamente ilimitadas.

Fui a la universidad para hacer felices a mi papá y a mi mamá, para hacerles sentir que hicieron un buen trabajo criando una chica muy buena. Por favor, no decidan ir a la universidad porque creen que me haría orgullosa o feliz. Ya soy feliz. Ya estoy orgullosa. Si quieren ser algo como un médico o un profesor de primaria, sí, van a tener que ir. Y si quieren ir sólo por la experiencia, vayan. Prueben. Vean cómo funciona para ustedes. No es necesario que funcione. Y si van, vayan sólo cuando estén listos y entusiasmados, sea eso a los 18, 25 o 53.

Mi único deseo para su educación es éste:

Deseo que hagan cosas aparentemente irracionales pero llevadas adelante por la pasión, como tomar un vuelo a Perú para tratar de encontrar a ese tipo que conociste por 15 minutos en la ruta de bicicleta y al que no puedes sacar de tu cabeza. Espero que les rompan el corazón al menos una vez para que puedan saber qué tan grande y qué tan resiliente es.

Espero que se den cuenta de que hay un millón de maneras de apoyarse financieramente y que no les importe una mierda lo que piensen otros de sus opciones profesionales. Si criar cabras o ser un contador o vender cocos en la playa de Indonesia o ser una agente de bienes raíces los hace sentir felices de levantarse cada día para ir a trabajar, adelante. Espero que se respeten a ustedes mismas y tengan las pelotas para renunciar en el momento en que empiecen a sentir que se están muriendo por dentro energéticamente.

Espero que aprendan no sólo a abrazar, sino celebrar y valorar la espontaneidad. Que hagan otras cosas en su vida por el solo hecho de "¿Por qué diablos no?". Esa es una razón completamente válida. Tomen el auto y hagan ese viaje a Colorado. Ese día. Empaquen un saco de dormir, una caja de chocolates, un cambio de ropa, agarren el dinero para bencina y emergencias y vayan. Vean qué sucede. Pasarán un rato excelente o tendrán una excelente historia. Quizás ambos. Aprendan a no matar buenas ideas por pensar demasiado. En serio, siempre puedes dar la vuelta con el auto y darte cuenta de cómo volver. No sobre dramaticemos la situación.

Espero que se sientan perdidos y realmente muy asustados e inseguros por momentos para que puedan llegar a la bella comprensión de que tienen el coraje para afrontarlo.

Espero que nunca estén tan intimidados por sus ídolos como para no hacer cualquier cosa para conocerlos y aprender de ellos. Son personas también, y pueden aprender tanto de ustedes como ustedes de ellos. Acérquense. Envíenles correos, caminen y digan hola en la fiesta. Mándenles un mensaje en Twitter, conéctense a través de Linkedin, maldita sea, invítenlos a tomar un café o una bebida y estén dispuestos a subirse a un avión para lograrlo. Mantengan la cabeza bien arriba y sean ustedes mismos. Quizás los rechacen (ellos se lo pierden) o tal vez tengan un nuevo amigo que solía ser alguien con quien soñaban.

Espero que tengan amor por los libros. Que lean no porque tienen que, sino porque quieren. (Ava, espero que en algún momento salgas de las novelas de romance vampiro. Sólo estoy siendo honesta).

Espero que aprendan a dar la bienvenida a los tiempos difíciles con la confianza y el coraje de un guerrero. Que abran sus ojos a todas las lecciones que aguardan dentro de las experiencias duras que están para que aprendan. Que digan genuinamente "vamos", sabiendo que están a punto de salir más fuertes y sabios del otro lado.

Espero que sepan el placer que da la felicidad se puede experimentar al hacer a otras personas felices. No duden en dar flores a la señora gruñona y extraña que se sienta en el banco del parque y que parece que no hubiera recibido flores hace mucho tiempo.

Espero que conozcan muchas personas con las que, en un primer momento, pensarían que no tienen nada en común y espero que busquen algo en común una vez que los inviten cálidamente a cenar.

Espero que ganen mucho dinero y luego lo pierdan. Y luego descubran cómo ganarlo de nuevo, pero esta vez sabiendo que, aunque el dinero hace las cosas más fáciles, no es realmente tan poderoso como pensaban que era.

Si pueden realmente y verdaderamente cumplir esta lista, incluso sólo una parte, a mis ojos son mejores que el 95% de la gente que termina con toneladas de deudas universitarias por la oportunidad de un "mejor" futuro, un "mejor" sueldo, un "mejor" trabajo, más estabilidad, convenciéndose a sí mismos que de alguna forma son más inteligentes que aquellos que no fueron a la universidad. Si se presionan a sí mismos, si están constantemente saliendo de su zona de confort y disfrutando cada experiencia, buena o mala, como una experiencia de aprendizaje, si continúan cuestionando todo (incluyéndose a ustedes), si tratan de actuar con bondad y conciencia en todo lo que hacen, y si se dejan guiar por ese pequeño sentimiento dentro que les deja saber que están en llamas y felices de estar vivos, estarán bien. Y cuando ustedes están bien, yo estoy bien.

No busquen sólo ser inteligentes académicamente. No queden atrapados en certificados o en lo que la sociedad les dice es lo "correcto". Evolucionen. Sean fieros. Sean fascinantes. Sean grandes pensadores. Sean absurdos por momentos. Sean apasionados. Y, por Dios, no lleguen al final de su vida sin historias para contar a sus nietos, de esas que ellos no puedan creer por lo extrañas que parecen. Sepan que hay gran valor, grandes lecciones, en solamente vivir una vida interesante y verdadera para uno mismo, sin importar qué camino te derribe.

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