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Caso Aigo: Fueron a traición los tiros contra el sargento.

Juan Marcos Fernández debió usar un chaleco antibalas para participar de la diligencia como testigo del ataque contra el sargento.

Juan Marcos Fernández debió usar un chaleco antibalas para participar de la diligencia como testigo del ataque contra el sargento.

Crimen del policía neuquino

El autor estaba listo para disparar contra Aigo

01:44 06/04/2012

La reconstrucción permitió conocer detalles del caso.

Fueron a traición los tiros contra el sargento.

PARAJE PILO LIL (ASM).- La reconstrucción del crimen del policía José Aigo habría revelado que el autor de los disparos, Jorge Antonio Salazar Oporto, prófugo de la justicia junto a Alexis Cortés Torres, ya tenía la pistola dispuesta con "proyectil en recámara" al momento de ser abordado por los agentes de la Brigada Rural sobre la Ruta 23. Esa circunstancia probaría que el sujeto ya estaba decidido a disparar si se le antojaba necesario.

Otro elemento que se presume posible, aunque no pudo ser acreditado en la reconstrucción, es que luego de que el oficial Pedro Guerrero los pusiera en fuga tras un intenso tiroteo, al menos uno de los dos habría retornado al lugar de los hechos para hacerse de pertenencias que había en el interior del vehículo.

Para el fiscal Manuel González, consultado por este diario, los acontecimientos relatados por los testigos no exhibieron discrepancias significativas respecto de lo que ya se tenía en la causa. Sin embargo, el abogado de la querella, Gustavo Lucero, dijo que la medida "sirvió para aclarar algunos puntos controvertidos o confusos, mientras, en paralelo, los testigos mantuvieron algunas diferencias en sus relatos".

Además, Lucero –quien fue el solicitante de la medida al juez Joaquín Cosentino– dio a entender que por las características de la maniobra de carga de la pistola 9 mm usada para matar a Aigo, los otros ocupantes de la camioneta debían saber que Salazar Oporto tenía un arma ya lista para disparar. Pero otras apreciaciones recogidas por este matutino no son del todo coincidentes en ese sentido.

Los hechos

Según los datos recogidos por este diario al término del procedimiento, el móvil policial en el que se desplazaban Aigo y Guerrero interceptó a la Mitsubishi L200 doble cabina de Juan Marcos Fernández, estacionándose de modo sesgado sobre el plano de la ruta, pero sin interrumpir el paso por la mano hacia Aluminé. Desde allí hicieron señas de luces y la camioneta se detuvo sobre la banquina de su mano. Eran las 2:10 de la madrugada del 7 de marzo.

Aigo fue el primero en acercarse al rodado, mientras Guerrero permanecía en retaguardia, a unos siete metros, con un arma de postas a modo de prevención y apoyo de su compañero.

El primero en descender del vehículo fue Fernández, como conductor y portador de los documentos del rodado. En el asiento del acompañante del joven estaba Salazar Oporto, mientras que en el asiento posterior estaba Cortés Torres (estos nombres fueron confirmados luego, en el transcurso de la investigación, ya que originalmente y por el testimonio de Fernández se los conocía como "Juan Carlos" y "Roberto"). En la caja de la camioneta había mochilas, por lo que Aigo solicitó ver el contenido.

El primero en prestarse a esa requisitoria fue Cortés Torres, previo a bajar del rodado. En esa mochila, Aigo advirtió la existencia de una funda compatible con la de una pistola del calibre 9 milímetros. Luego, Aigo solicitó a Salazar Oporto exhibir el contenido de su mochila. Pero el infierno se desató cuando el policía pidió a Salazar Oporto que también le mostrase sus documentos.

Hubo, al parecer, alguna advertencia del policía por algún movimiento sospechoso. Salazar Oporto reingresó al habitáculo por el lado del acompañante, supuestamente para buscar los documentos solicitados, pero en realidad se dio vuelta con un arma similar a la reglamentaria de la Policía. En este punto no habría quedado claro si Salazar Oporto tenía el arma en el automotor o si la llevaba consigo y sólo simuló ir en procura de los documentos.

Como fuere, al advertir esa situación –siempre según los datos recogidos tras la reconstrucción– Aigo intentó abandonar la potencial línea de tiro, pero fue alcanzado por dos proyectiles que le ingresaron por un tercio de la espalda, casi de lado. En esas circunstancias, por la posición inicial en la que hacía guardia, Guerrero tenía recortada la visión por la camioneta de Fernández, pero al escuchar los disparos intentó hacer frente al agresor.

Sin embargo, en el movimiento habría caído al suelo, perdiendo la escopeta. De inmediato extrajo su pistola reglamentaria y repelió el fuego.

Para entonces, Cortés Torres había emprendido la fuga hacia el campo, mientras Fernández se arrojaba al piso. Hubo un intenso intercambio de tiros entre Salazar Oporto y Guerrero, hasta que el sujeto se dio también a la fuga.

El oficial auxilió a su compañero caído y luego esposó a Fernández. Cuando se disponía a emprender el camino hacia Junín de los Andes hubo una segunda intentona de Salazar Oporto de alcanzar la camioneta, pero una vez más fue repelido a tiros. Luego Guerrero tomó la previsión de llevarse las llaves de la L200 y abandonó la escena con el herido y el detenido.

Arma cargada

Ni Guerrero ni Fernández habrían podido dar cuenta del sonido típico que surge de la operación de cargar el arma con proyectil en recámara, listo para percutir, por lo que se deduce que esa operación ya había sido realizada por Salazar Oporto antes de que se detuviera la camioneta para ser abordada por Aigo.

Lucero, abogado de la querella, fue más allá en esa apreciación. Señaló como lo más destacado de la diligencia haber concluido –a su juicio– que "la pistola usada (por Salazar Oporto) no fuera cargada estando estas personas fuera de la camioneta (en referencia a Fernández y Cortés Torres), lo cual sugiere que el arma habría sido cargada cuando todavía ambos estaban dentro del automotor".

Lucero dijo que "por lo observado en el lugar, difícilmente tal maniobra de carga pudiera haber pasado desapercibida para los ocupantes, tanto por el ruido particular que provoca como por el movimiento manual exigido para su realización".

Sin embargo, otras fuentes consultadas por "Río Negro" relativizaron esa apreciación, al sostener que el arma pudo haber estado en aptitud de disparo incluso desde antes de siquiera subir a la camioneta en El Bolsón, en el inicio del viaje que tenía por destino Aluminé.

Lucero también dijo que Guerrero, previo al disparo, precisó que le había dado la orden tanto a Fernández como a por Cortés Torres de que permanecieran quietos parados detrás de la pick up. No obstante ello, Guerrero –según Lucero– dijo que lo distrajo un desplazamiento sorpresivo de Fernández hacia la parte delantera del rodado, y fue en ese momento en que Salazar Oporto sacó el arma y disparó a Aigo.

Luego, también se presume que los prófugos o al menos uno de los sujetos, volvió tras sus pasos y alcanzó la camioneta más tarde, para llevarse del interior del habitáculo algún tipo de morral y otros objetos con los que finalmente se dio a la fuga. Se cree que uno de esos elementos sería la riñonera que luego fue hallada en los rastrillajes en el área de Chiquilihuín, con un revólver 38, balas y una antena de equipo de radio de mano. En la caja de la camioneta quedaron las mochilas.

RÍO NEGRO