9/2/13

Promoción del Parque Nac. Lago Puelo en diario de Córdoba

Poderoso el chiquitín

De las áreas protegidas más pequeñas del país, este vergel patagónico tiene sin embargo mucho para ver. La bendición del agua, la montaña y la vegetación

To­da la zo­na que ro­dea a El Bol­són es un re­ga­lo del cie­lo. El gi­gan­tes­co ce­rro Pil­tri­qui­trón y su pre­sen­cia ful­mi­nan­te, los di­ver­sos ríos im­preg­na­dos de ce­les­te, los bos­ques co­lo­sa­les. Y allí, jus­to allí, en ese rin­cón del nor­te de la pro­vin­cia de Chu­but, en ple­na Pa­ta­go­nia, en ple­no mar­co an­di­no, en ple­no pa­raí­so, el Par­que Na­cio­nal La­go Pue­lo. Una es­pe­cie de re­su­men de la re­gión, con to­do lo que en ella se to­ma por bue­no y be­llo.

Chi­qui­to, es el par­que más pe­que­ño del sur ar­gen­ti­no. Qui­zás por ello es que el via­je­ro lle­ga a sen­tir­se tan a gus­to en sus do­mi­nios. Lo pal­pa, lo pue­de men­su­rar, com­pren­der sus di­men­sio­nes en un sim­ple di­bu­jo men­tal. Se lo me­te en el bol­si­llo y arre­me­te. La vi­si­ta de un día le al­can­za pa­ra dar­se una du­cha com­ple­ta de lo que el lu­gar tie­ne pa­ra ofren­dar­le.

Aga­sa­jo de na­tu­ra­le­za

Veintisete mil y al­go de hec­tá­reas tie­ne La­go Pue­lo. Po­co, na­da si se lo com­pa­ra con gi­gan­tes co­mo el PN Los Gla­cia­res (726 mil hec­tá­reas) o el PN Na­huel Hua­pi (709 mil). Pe­ro con ese te­rre­no, que es te­rre­na­zo en tan­to uno se po­ne a nin­gu­near com­pa­ra­cio­nes, le al­can­za y so­bra pa­ra ro­bar­nos más de un sus­pi­ro. Co­mo cuan­do lle­ga­mos (tras 20 ki­ló­me­tros de ca­mi­no des­de El Bol­són, 4 des­de la lo­ca­li­dad de La­go Pue­lo), y ve­mos el la­go: la ex­pe­rien­cia es di­vi­na. Tur­que­sa en el agua, mon­ta­ñas de pun­tas ne­va­das atrás, fu­rio­sa la ve­ge­ta­ción que ba­ja de las al­tu­ras. Sí, es fá­cil es­cri­bir­lo pe­ro di­fí­cil ha­cer­lo ver. Una pin­tu­ri­ta he­cha con las me­jo­res ma­te­rias pri­mas de la Pa­cha Ma­ma. El creer que la na­tu­ra­le­za es el úni­co dios.

Ahí es­ta­mos, en el sec­tor de­no­mi­na­do “La Pla­yi­ta”, pa­ra­dos al bor­de del la­go. Lo mi­ra­mos em­bo­ba­dos, y ha­ce­mos co­mo el res­to, co­mo los ve­ci­nos de los al­re­de­do­res y los tu­ris­tas de es­te país y de otros mu­chos, y nos sen­ta­mos a dis­fru­tar del es­pec­tá­cu­lo. Sol me­tién­do­le ener­gía y zam­bu­lli­da, cla­ro, in­fi­ni­dad de zam­bu­lli­das. Co­mo si de una pi­le­ta se tra­ta­ra, un club. Pe­ro con lo me­jor de la Pa­ta­go­nia en el al­re­de­dor.

En­ton­ces las la­de­ras ha­blan de vuel­ta. Cuen­tan del ver­de que les da vir­tud y del bos­que Pa­ta­gó­ni­co que, en fin, es la eco­rre­gión a la que per­te­ne­ce el Par­que. Tam­bién mues­tran có­mo se aso­ma la sel­va val­di­via­na, ve­ni­da des­de Chi­le, fe­nó­me­no que en sue­lo ar­gen­ti­no se da aquí y en nin­gún la­do más. El ave­lla­no, el ti­que, el ul­mo, el lin­gue y las for­mas, co­lo­res y aro­mas de los mis­mos, bus­can con­cien­ti­zar acer­ca de lo en­ri­que­ce­dor del asun­to. El ci­prés de la cor­di­lle­ra, el arra­yán, el co­hiue, la len­ga, re­pre­sen­tan la ve­ge­ta­ción ori­gi­na­ria de es­te la­do de la fron­te­ra. Y ya pues­tos a nom­brar ha­bi­tan­tes, se­gui­mos: el hue­mul y el pu­dú (dos ti­pos de cier­vo), el pu­ma, el zo­rro co­lo­ra­do y el coi­po (es­pe­cie de cas­tor), dan la ca­ra por los ani­ma­les te­rres­tres. El pi­tío, el pa­to va­por vo­la­dor y el zor­zal pa­ta­gó­ni­co lo ha­cen por las aves. La tru­cha ar­coí­ris y la per­ca sur­gen pa­ra re­pre­sen­tar la in­fi­ni­dad de pe­ces que pue­blan el la­go.

Sen­de­ros

Des­pués de de­di­car­le va­rias ho­ras al sol, al agua y al en­tor­no, sa­li­mos a pa­sear por los sen­de­ros. El del Mi­ra­dor del La­go de­man­da ape­nas me­dia ho­ra en su­bi­da, pa­ra con­tem­plar Pue­lo, Ce­rro Cue­vas y Río Azul en to­do su es­plen­dor. El de Pi­tran­to Gran­de y el de in­ter­pre­ta­ción “Bos­que de las Som­bras” son en lla­no, siem­pre cu­bier­tos por la gran­de­za de los ár­bo­les, y sir­ven pa­ra apre­ciar la ve­ge­ta­ción lo­cal de pri­me­ra ma­no. El de Los Hi­tos, Ce­rro De­rrum­be y Ce­rro Pla­ta­for­ma, en­tre otros, de­man­da lar­gas ca­mi­na­tas, de va­rias ho­ras. Es­fuer­zo que se rein­te­gra con pai­sa­jes in­creí­bles, y la sa­tis­fac­ción de sa­ber­se en au­tén­ti­ca co­mu­nión con la na­tu­ra­le­za. ¿Pe­dir más? No, no se pue­de. Y eso que era chi­qui­to el par­que…

EL DIARIO CÓRDOBA