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Lago Puelo en la edición impresa de La Nación

Lago Puelo: refugio de duendes

En el noroeste de Chubut, este parque nacional que parece extraído de un cuento de hadas sorprende con su magia y su generosa vegetación. Algo similar ocurre con su vecino, el Parque Nacional Los Alerces. Aquí, sus secretos

Domingo 28 de diciembre de 2003 | Publicado en edición impresa

En la playa del Francés se puede comprobar que las aguas del lago son templadas, ideales para un chapuzón.  / Federico GuastavinoVer más

Había una vez un parque nacional que tenía, como todos, flora y fauna características. Como algunos, tenía un lago y especies en vía de extinción. Como ninguno, tenía duendes. Suena a comienzo de un cuento para niños, pero para ciertos habitantes de la zona de Lago Puelo, dicen, es pura realidad.

Antes de empezar el viaje que llevará a un grupo de periodistas al noroeste de la provincia de Chubut, en la Secretaría de Turismo de la Nación un guardaparques provincial de la administración de Parques Nacionales, Rafael Taubenschlag, habla del clima, con lluvias por cierto, del recorrido y de los duendes:

-No se extrañen si la gente les cuenta que habla con duendes o si los chicos juegan con ellos. Por allá es así. Ustedes verán.

Con o sin duendes, el contingente parte en un avión presurizado de misticismo.

El Parque Nacional Lago Puelo es muy pequeño, tanto que en sus comienzos, allá por 1937, fue sólo un anexo de su vecino, Los Alerces. Pero en 1971 ganó su independencia. Tiene un microclima particular y se diferencia de otros, también en la zona cordillerana, porque alberga especies de la selva valdiviana chilena -el límite está apenas a 9 kilómetros- que se cuelan, por aquí y sin trámites de aduana, en la Argentina.

Los guardaparques Félix Vidox y Horacio Apesguía señalan esas especies: el tique, el ulmo, el olivillo, el avellano. Caminan por el Bosque de las Sombras, sobre listones de madera de coihue. Es un circuito corto, de cuatrocientos metros, y elevado porque va sobre el agua, el ámbito donde se desarrollan pitras y arrayanes. También es un circuito oscuro, donde la luz se fil- € tra poco y nada, bien opuesto al camino que lleva al Mirador del Lago, tan luminoso, que es mejor usar anteojos.

Lago Puelo tiene varios senderos de trekking de distinta dificultad: desde un paseo hasta el ascenso al cerro Plataforma, que toma unos tres días. En la Playa del Francés, los veraneantes toman sol y se bañan gustosos porque el agua es templada.

En el parque hay dos especies de esas que casi no quedan, que son para cuidar: el pudu, un ciervo enano que cuando está de humor se deja ver, y el huemul, del que según cálculos de los guardaparques sólo quedan dos o tres.

En un vértice del lago, se levanta una pared vertical, de unos treinta metros. Está ahí, silenciosa y vigilante desde quién sabe cuándo, hasta que a unos jóvenes deportistas, Matías Sierra y Matías Verge, que cambiaron Buenos Aires por el Sur, se les ocurrió que era ideal para practicar rappel. Tuvieron razón. Para comprobarlo, nada mejor que animarse a bajar, colgado de sogas, con casco, guantes mosquetones de seguridad y mucho, muchísimo coraje.

Matías Sierra, que se ganó el apodo de Castor por sus generosas paletas blancas, ajusta el equipo y dicta las coordenadas.

-Primero, las piernas tienen que estar abiertas, a la misma distancia que los hombros; segundo, para frenar, la mano atrás de la cola; para avanzar la mano hacia la derecha; tercero, el cuerpo despegado de la pared, sentado en el aire. Así.

Durante los primeros metros, hasta sentirse cómodo en una silla imaginaria y dando saltitos por una pared, conviene posar la vista sólo en la concentración. Eso sí, a medio camino, si el que está colgado de sogas no miró a su alrededor, Matías se lo recuerda: "Pará, date vuelta, mirá el lago". Entonces, pasa como en el teatro, cuando se abre el telón y aparece una esmerada escenografía de colores brillantes. Sólo que por aquí los ingredientes son naturales. Y hay olor a hierbas salvajes, y una brisa suave agita radales y cipreses. El sol, hace rato que lo taparon las nubes, pero igual un rayo misterioso ilumina el lago. De los duendes, ni noticias. Salvo los de cerámica, plástico, madera y todos los que venden los artesanos en la feria del pueblo.

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